martes, 1 de diciembre de 2015

Cómo leer a Lacan

Por Slavoj Žižek

       Hace un par de años, la televisión inglesa grabó una simpática propaganda de cerveza que comenzaba con la clásica revelación de los cuentos de hadas: una muchacha camina por la orilla de un arroyo, ve una rana, la toma con dulzura y la lleva hasta su regazo, la besa y, por supuesto, la fea rana se transforma en un hermoso joven. Pero la historia aún no ha terminado: el joven mira con avidez a la muchacha, la atrae hacia sí, la besa y ella se convierte en una botella de cerveza que el joven sostiene triunfalmente en la mano. Para la mujer, el amor y el afecto (significado por el beso) convierten a una rana en un hermoso joven, una presencia fálica completa; para el hombre, se trata de reducir a la mujer a un objeto parcial, causa de su deseo. Debido a esta asimetría, no hay relación sexual: o bien tenemos una mujer con una rana, o bien un hombre con una botella de cerveza. Lo que nunca tendremos es la pareja natural de la bella muchacha y el hermoso joven: la contrapartida fantasmática de esta pareja ideal sería la figura de una rana abrazada a una botella de cerveza –una imagen incoherente que, en lugar de garantizar la armonía de la relación sexual, subraya su ridícula disonancia. (Por supuesto, el argumento feminista más obvio sería que lo que las mujeres viven cotidianamente es más bien la escena opuesta: besas a un hermoso joven y, cuando te acercas demasiado, es decir, cuando ya es demasiado tarde, te encuentra con que, en realidad, se trata de una rana, probablemente alcohólica). Se abre aquí la posibilidad de socavar el poder que un fantasma ejerce sobre nosotros por medio de nuestra sobreidentificación con él, esto es, reuniendo dentro de un mismo espacio la profusión de elementos fantasmáticos contradictorios. Es decir, cada sujeto está envuelto en su propio fantasma subjetivo: la chica fantasea con la rana que en realidad es un joven; el chico con la chica que en realidad es una botella de cerveza. Lo que la escritura y el arte modernos oponen a esto no es una realidad objetiva, sino lo “objetivamente subjetivo” del fantasma subyacente que los dos individuos nunca podrán asumir. Un cuadro al estilo Magritte de una rana abrazando una botella de cerveza titulado “Hombre y mujer” o “La pareja ideal”. ¿No es la obligación ética del artista de hoy confrontarnos con la rana que abraza la botella de cerveza cuando soñamos que abrazamos a nuestra amada? En otras palabras, escenificar fantasmas que están radicalmente desubjetivizados, que nunca podrían ser asumidos por el sujeto.