domingo, 1 de julio de 2007

Contemplaciones de la vida íntima

Por Carlos Gazzera

       Estos dos libros de poesía comparten algo más que el cielo protector de un mismo sello editor. Conforman una extraña cartografía de cierta vertiente de la poesía argentina intimista. “Solos en la habitación / el tablero y el caballo arriba de la mesa / mientras el rey tambalea frente a la dama negra / tratamos de apresar el sentido del juego”, escribe Marcelo Damiani en Pasajeros. Así lo hace Claudia López en Pasatiempos: “Dura tan poco el vuelo de una pluma // no escarbes en las huellas del aire / los signos mudos // la vigía de la madre / la pupila del padre / la cartografía de los amantes / dibujan la única certeza / con la retórica perfecta / de las cornisas”. Como se puede apreciar, el intimismo de Marcelo Damiani con el uso de la primera persona no es del todo diferente al que logra Claudia López con la segunda y tercera persona, que va alternando a la manera de los saltos del caballo del ajedrez. Y allí hay otro espacio compartido por ambos libros: el del juego con las leyes del ajedrez. Mientras en Damiani el ajedrez es un telón de fondo, donde imperceptibles referencias a las piezas y a las reglas de juego nos remiten a una interioridad propia, en López el ajedrez parece ser la lógica que prevalece en el desarrollo de la vida. Entonces, claro, cada pieza confirma un aspecto de la vida que debemos vivir y la poeta está allí para decirnos cómo es ese mundo interior, íntimo: “La Torre: que es necesario guardar / todo / lo que no se posee y lo que se desea / desde la última lágrima del enemigo / (antes de que se seque / antes de que la piel desconocida la atesore / en la leyenda) / hasta la suma de las tierras / sus frutos / y sus cenizas futuras / (antes de que otros las descubran / antes de que el amor o el trabajo las fecunden)”. La brevedad de ambos libros (Pasajeros de Damiani, reúne 19 poemas y Pasatiempos de López, apenas 17), la delgada letra, la disposición espacial de cada verso, todo eso, parece construir una topología etérea, donde la intimidad ociosa del poeta intenta limar las asperezas de la vida real exterior. El ocio se vuelve el solvente en el cual diluir el dolor. Pasar el tiempo... En Damiani, en este mismo sentido, el intimismo es un poco más minimalista: “Vagabundeo por un laberinto pautado / estatuido / en cuyas paredes leo el juego de la mentira / su ilusión / y los límites de la falsedad”. Eso es ser “pasajero” para Damiani.

Texto publicado en el diario La voz del interior (2003)