"El mundo es de inspiración tantálica...
Todo lo que desea un hombre le es brindado
y negado. Yo también pensé: Tienta y niega."
Macedonio Fernández
En nuestra primera aproximación al tema hemos definido a la narrativa histérica como ese tipo de ficción que realiza un doble movimiento simultáneo: Seduce (literariamente) y rechaza (las demandas externas y ajenas a su propia lógica). Este doble movimiento se debe a que su propósito es conquistar al lector y huir de las imposiciones del Mercado (así, con mayúscula). Ahí, sosteníamos, se veía con nitidez el sentido profundo de la ya famosa provocación libertelliana: “Allí donde hay un interlocutor, uno solo, allí se constituye un mercado”. Con minúscula, puntualizábamos, sin olvidar que la supuesta valoración inferior de las minúsculas, como la negativa de la histeria, sería invertida y desplazada rápidamente. En especial porque este pequeño mercado del que habla Libertella está sostenido por la existencia de un lector concreto, real, mientras que el Gran Mercado está pendiente de la estadística, de los índices de ganancias, de la rentabilidad, cuyo substrato (vacío) son los números.
Ahora bien, como también ya se dijo, no sabemos si la resistencia que propone la narrativa histérica tiene futuro, pero sin duda de lo que no carece es de pasado. Este no es, por supuesto, el que una lectura fácil podría confundir con el de las vanguardias de principios de siglo XX o las neovanguardias de los 60. La narrativa histérica no sólo no tiene un espíritu de cuerpo o un programa previo sino que tampoco pretende cambiar el mundo para luego conformarse con su entrada al Museo. Así, tal vez está mucho más cerca de ser una retaguardia, no porque le cuide las espaldas a nadie, sino porque siempre está a punto de ser relegada o directamente olvidada por el batallón principal y sus ambiciosos líderes de turno. Se podría decir, para aquellos que se ponen nerviosos frente a las indefiniciones, que en el mejor o peor de los casos, la narrativa histérica sólo es una hipótesis de lectura.
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