sábado, 2 de febrero de 2008

Entrevistas a Héctor Libertella

Por Marcelo Damiani

       "La del Salón Literario de 1837 y la de la literatura de hoy es una relación, en todo caso, de eco. ¿Y por qué no pensar la misma noción de literatura como el eco de un sonido que jamás se produjo? Así también, el Salón duró apenas unos meses, antes de que Rosas viniera a clausurarlo. El Salón fue algo que no hizo ruido, y tal vez eso le da un carácter un poco fantasmal al resto de la literatura argentina... En términos alberdianos, el Salón echó las bases y puntos de partida inconscientes para la constitución de una literatura. El salón habita en los jóvenes de hoy así como podríamos decir que un Lewis Carroll vive agazapado en el vientre del Quijote y en eso lo actualiza, le da juventud y longevidad. Por eso digo que el tiempo en literatura es otro. Y por eso digo que en Argentina la literatura se devuelve a su pathos más verdadero, que es ser, en medio de la sociedad, un ave de paso. Mientras escribo y reescribo, me doy cuenta de que esta práctica es arena entre los dedos. Un gesto inútil que regala lo diferente, lo que no dice nada para nadie, y, sin embargo, anuncia lo no-dicho, señala los agujeros y el terror al fracaso en un mundo que sueña con resultados… Una vez escuché esto de François Wahl: «El imaginario es lo único real del texto». Y sí. Sin imaginario bien trabajado, bien ejecutado, el texto no hace pie como real: todavía no es literatura. Me parece que La librería argentina es simplemente una colección de imaginarios bien ejecutados. Un conjunto de prácticas que pueden decirle al mundo: «No he fracasado»”.

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