Por Ezequiel Alemián
En un bar lleno de amigos, lectores devotos y curiosos que pasaban por ahí, se presentó la semana pasada un libro sobre Héctor Libertella, quien murió hace 4 años. El bar era el Varela Varelita, en Scalabrini Ortiz y Paraguay, donde una foto recuerda el lugar que el escritor ocupaba ahí casi a diario. El libro, El efecto Libertella, es una recopilación que hizo Marcelo Damiani de artículos sobre el autor de La arquitectura del fantasma, entre otros libros fundamentales de la literatura argentina de los últimos 40 años.
El escritor y ensayista Rafael Cipollini, después de recordar que a Libertella le gustaba considerarse un tarahumara –“alguien que está fuera del templo”, dijo– señaló cinco tópicos de su aventura literaria que han ido sedimentando en las nuevas formas de pensar la escritura. “Porque todos estamos yendo hacia Libertella”, dijo Cipollini.
Entre los tópicos del “círculo libertelliano”, que emergen en los distintos artículos del libro figuran, según Cipollini, la reescritura constante de los propios textos, (“como una suerte de remix de sí mismo”); la idea que tenía Libertella de que lo que escribía era parte de una obra completa, casi como si pensara su obra después de muerto; el “hacer ficción con la teoría y teoría con la ficción” y la situación bifronte de una literatura tironeada por las exigencias del mercado y por el espíritu de gueto.
El efecto Libertella (Beatriz Viterbo) incluye testimonios de la amistad con el escritor, como en los textos de César Aira y Ricardo Strafacce, y otros que reflexionan sobre su obra, como los de Martín Kohan, Alan Pauls, Laura Estrin o Damián Tabarovsky. El texto de cierre, de Ariel Idez, es una crónica de la última entrevista que dio...
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