viernes, 3 de agosto de 2012

Contratapa

Por Marcelo Damiani 

       Los ocho relatos de este volumen comparten cartel con una estrella terrenal. Se trata, por supuesto, de la ciudad. Verdaderos entes vivos cuyas cartografías, sumado a un aire leve de fábula futurista, alberga a acumuladoras compulsivas, adolescentes etéreas y soñadoras sospechosas, entre otros personajes inclasificables, siempre tratando de sobrevivir en territorios hostiles. Acaso la vida, reflexiona la protagonista del antepenúltimo texto, “es una acumulación y acumulación de capas, como sedimentos, como líneas y fisuras en las calles de una ciudad”. Gisela Heffes es una gran conocedora de las urbes literarias latinoamericanas, y aquí ha logrado glosar la dependencia epidérmica que todos padecemos con estas auténticas madres substitutas, duras, a veces invisibles o imaginarias, que a lo largo de nuestra vida parecen acogernos y expulsarnos con el mismo afecto y también, paradójicamente, con la misma indiferencia, casi como si se tratara de una relación sexual. Tal vez seamos una pareja de la ciudad en que vivimos e hijos de nuestra ciudad natal, aunque a veces ambas coincidan como en el caso de Edipo. Sin complejos, en este sentido, Glossa Urbana es un libro irrepetible y único, suerte de archipiélago de islas en miniatura conectadas por pasadizos subterráneos, a la espera de lectores con un verdadero espíritu de aventura. 
       El resto es pura ficción.

jueves, 2 de agosto de 2012

Espejismos del fantasma

Para Héctor Libertella

       Imagino que Marianne y yo escapamos de la fiesta y subimos a la terraza techada después de la aparición del primer relámpago. Nos paramos en medio del lugar como si la perfecta transparencia de los vidrios del techo acentuara el carácter imponente del cielo estrellado. Abro y cierro los ojos una y otra vez tratando de acostumbrar mi mirada a la nueva atmósfera del lugar. Poco a poco, las formas difusas de Verónica y de David se insinúan insípidas delante de nosotros. Nos acercamos despacio, controlando el movimiento de los vasos vacíos que sostenemos con negligencia para darle algún sentido a la existencia nerviosa de nuestros dedos, manos y brazos.

       El texto completo acá.

miércoles, 1 de agosto de 2012

"Cómo lo hice" para Revista Debate

Por Marcelo Damiani

       La verdad es que no sé bien cómo lo hice. Ciertamente no fue un libro planeado, y tal vez por eso darle forma me llevó alrededor de siete años (aunque por otra parte, ahora que lo pienso, esto es más o menos lo que siempre tardo en escribir un libro). Todo empezó, como sugiere el título, con “algunos apuntes”. En otras ocasiones, con otros libros, en otras circunstancias, se me aparecían ideas, climas, chistes, tramas, argumentos, personajes, atmósferas o incluso melodías, pero esta vez, en cambio, hubo un montón de imágenes, imágenes de infancia que aparecían recurrentemente, y algunas nuevas que se me presentaron por primera vez. Me puse a tomar notas de lo que no quería olvidar, preguntándome si uno, en el fondo, no escribe siempre a partir de imágenes de infancia que considera memorables, o que de pronto salen a la luz sin previo aviso ni justificación. También noté que en este caso estaba escribiendo para recordar, cuando en otras oportunidades la escritura había surgido como una forma de falsear recuerdos o simplemente para olvidar. Con el tiempo me di cuenta de que esas notas apuntaban todas en la misma dirección. Releerlas, en algún momento, fue encontrarles naturalmente un orden, una lógica, una estructura, es decir, un principio, y por supuesto, también, un final; el desarrollo, digamos, siempre se sentía provisorio, quizá porque aún está en constante cambio. También hubo mucha corrección y varias versiones previas (la primera publicada en el diario "La Gaceta" de Tucumán, la segunda en una revista brasileño-paraguaya, la tercera en Venezuela) hasta llegar a esta edición. Pero sé que habrá otras, ya que el texto sigue creciendo, poco a poco, casi a razón de una página por año, como si se tratara de ese hermano gemelo que nunca tuve. Por lo pronto, acá, en mi blog, además de las versiones previas, hay dos miniprefacios meramente virtuales firmados por Alan Moon (con quien hace tiempo venimos discutiendo si él es mi prologuista personal o si yo soy su escritor exclusivo). La semana pasada, por último, al entrar a una librería de Belgrano, me percaté de otra cosa. El libro, parado en un estante, parecía un pequeño portarretrato, como si la mano sabia de quien lo había puesto ahí supiera que escribí Algunos apuntes… contemplando un portarretrato similar. De la misma forma que escribí otras cosas mirando películas, escuchando música o soñando con posible vidas paralelas, puedo confesar sin problemas que esto lo escribí con un portarretrato frente a mí, y ahora, con el libro convertido en una metáfora de su proceso de gestación, el círculo se cerraba milagrosamente. La foto de tapa, por supuesto, acentuaba la evidencia. Yo era (como) el libro, el libro era (como) yo; claro, pero sin mí. El resto es ficción.

Publicado el 21 de julio de 2012 en la revista Debate Nº 488. Pág. 81.