La revista colombiana “Pie de Página” ha pedido algunas opiniones sobre la elección de "39 narradores (latinoamericanos) menores de 39", llevada a cabo por un jurado exclusivamente colombiano integrado por Héctor Abad Faciolince, Piedad Bonnett y Óscar Collazos. Esta es la respuesta de Jimena Néspolo a dicho pedido:
“Observada con distancia, buena fe y muchas peores intenciones la selección de 39 autores propuesta, más que grandes obras o hiperbólicas apuestas, lo que se hace evidente hasta para el más benévolo de los lectores es la presencia de grandes sellos editoriales imponiendo el levante.
Si en los sesenta había editores de la talla de Paco Porrúa (Sudamericana) –que supo oler la grandeza de un Gabo en las diez primeras páginas de Cien años de soledad, sospechar la gran renovación del artefacto novela que traería aparejada la publicación de Rayuela de Julio Cortázar o entrever la suma y refrescante irreverencia de un Manuel Puig– hoy todos sabemos que los cafiyos del marketing que regentean los grandes sellos editoriales entienden tanto de literatura como mi tía Pocha –quien murió de una intoxicación severa por consumir de manera sostenida y flagrante las novelas de Paulo Coelho, Ángeles Mastreta e Isabel Allende.
Pero volviendo a los 39 y a su arbitrariedad numérica, si de importantes obras –y no figurines y/o sellos– habláramos, con apenas quince o –digo más– diez autores podría trazarse el promisorio futuro de las letras latinoamericanas. Pero la cantidad hace al bulto y como todos sabemos que el futuro es nuestro pero no encontramos –hoy por hoy– grandes obras, más nos vale ser generosos no sea que nos quedemos cortos y alguno de estos chiquilines pinte mañana con una novela –una “gran novela”– que tenía escondida.
Pero yo les anuncio –queridos y expectantes amigos– que de muy pocos, quizá de ninguno de los 39, pueden esperar –con chance de tener éxito– la novela, “la” literatura que deseamos... Esa que entendemos como el mayor acto de emancipación, en y a partir del lenguaje, al que puede aspirar el hombre; esa aventura conmovedora y riesgosa que modifica, en su época, las coordenadas de lo sensible. Una literatura así soñada no será nunca la patria de los escritores débiles, pusilánimes, hedonistas y holgazanes, conformistas o delicuescentes, incapaces por cobardía o negligencia…
Lo más interesante de la literatura latinoamericana sucede, mayormente, hace casi dos décadas, en los pequeños sellos editoriales –¿hace falta aún decirlo?– y tiene los mismos brillos fatuos que el adusto crepitar de un leño en la lejana hoguera."
“Observada con distancia, buena fe y muchas peores intenciones la selección de 39 autores propuesta, más que grandes obras o hiperbólicas apuestas, lo que se hace evidente hasta para el más benévolo de los lectores es la presencia de grandes sellos editoriales imponiendo el levante.
Si en los sesenta había editores de la talla de Paco Porrúa (Sudamericana) –que supo oler la grandeza de un Gabo en las diez primeras páginas de Cien años de soledad, sospechar la gran renovación del artefacto novela que traería aparejada la publicación de Rayuela de Julio Cortázar o entrever la suma y refrescante irreverencia de un Manuel Puig– hoy todos sabemos que los cafiyos del marketing que regentean los grandes sellos editoriales entienden tanto de literatura como mi tía Pocha –quien murió de una intoxicación severa por consumir de manera sostenida y flagrante las novelas de Paulo Coelho, Ángeles Mastreta e Isabel Allende.
Pero volviendo a los 39 y a su arbitrariedad numérica, si de importantes obras –y no figurines y/o sellos– habláramos, con apenas quince o –digo más– diez autores podría trazarse el promisorio futuro de las letras latinoamericanas. Pero la cantidad hace al bulto y como todos sabemos que el futuro es nuestro pero no encontramos –hoy por hoy– grandes obras, más nos vale ser generosos no sea que nos quedemos cortos y alguno de estos chiquilines pinte mañana con una novela –una “gran novela”– que tenía escondida.
Pero yo les anuncio –queridos y expectantes amigos– que de muy pocos, quizá de ninguno de los 39, pueden esperar –con chance de tener éxito– la novela, “la” literatura que deseamos... Esa que entendemos como el mayor acto de emancipación, en y a partir del lenguaje, al que puede aspirar el hombre; esa aventura conmovedora y riesgosa que modifica, en su época, las coordenadas de lo sensible. Una literatura así soñada no será nunca la patria de los escritores débiles, pusilánimes, hedonistas y holgazanes, conformistas o delicuescentes, incapaces por cobardía o negligencia…
Lo más interesante de la literatura latinoamericana sucede, mayormente, hace casi dos décadas, en los pequeños sellos editoriales –¿hace falta aún decirlo?– y tiene los mismos brillos fatuos que el adusto crepitar de un leño en la lejana hoguera."