jueves, 3 de enero de 2008

Borges y yo

Por Marcelo Damiani

       Recuerdo que empecé a leer a Borges algunos años antes de su muerte. Yo por esa época quería ser ajedrecista, y asistía a las clases que daba en River el Gran Maestro Oscar Panno. Un sábado a la tarde, mientras analizábamos una partida de Kasparov, él citó el final del poema "Ajedrez" (olvidándose, acaso intencionalmente, del último verso):

“Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza?”

       A partir de ese momento me puse a buscar el poema en cuestión, y como no lo encontraba, leía todo lo que caía en mis manos firmado por Borges. Luego, cuando por fin lo encontré y lo leí completo, la verdad es que terminé un poco decepcionado, ya que sus cuentos me habían gustado mucho más. Casi todos me habían impactado de una forma física, como a él le hubiera gustado, y no podía dejar de sentir que todo lo que había leído hasta ese momento no era más que una preparación para el encuentro con esos universos perfectos que cuestionaban la validez del mundo. De esa primera lectura adolescente conservo un recuerdo muy vívido, con algunos ribetes que me atrevería a calificar como graciosos. Me acuerdo que el primer cuento (o tal vez debería decir ´argumento´) que me impresionó bastante fue “Tema del traidor y del héroe”; ahí, como al pasar, se deslizaba una fecha (3 de enero) que es la de mi cumpleaños (y la del de mi padre). Luego, en “La otra muerte”, el narrador menciona a Pier Damiani. Leer allí mi propio apellido (sumado a mi fecha de nacimiento), para el adolescente que yo era por entonces, de pronto convirtió la lectura en algo muy personal. Por último, ya inmerso en ese devenir incontrolable que es “El aleph”, llegué a la enumeración de las cosas que Borges dice ver cuando contempla esa pequeña esfera tornasolada que da nombre al cuento: “Vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré”. No pude seguir. Mi lectura se había convertido en paranoica, y Borges, en un autor visionario de cuentos de terror destinados a perturbar a sus lectores (especialmente a mí). Con el tiempo, cuando aprendí a leer de otra manera, me di cuenta de que mi conclusión no había sido tan errada. Borges era un escritor perturbador, quizás porque a diferencia de los que nunca llegarían a ser clásicos, no era para nada complaciente con el lector, siempre oponiendo su propio espejo distorsionado frente a la irrealidad del mundo. Así, como Dios, borgeano al fin, había conseguido que la realidad terminara imitando su arte.
       "Mi soledad", no puedo resistir la tentación de citarlo, "se alegra con esta elegante hipótesis".
 
 
       Publicado en Escritores preferidos de nuestros escritores de Orlando Romano (comp.). Desde la Gente, Bs. As., 2007. Págs. 30-31.

miércoles, 2 de enero de 2008

"Bolaño por sí mismo" de Andrés Braithwaite

       La batalla futura

       Mónica Maristain le preguntó en su ya célebre entrevista para Playboy: “¿Por qué le gusta llevar siempre la contraria?”. De manera ejemplar, el polemista contestó: “Yo nunca llevo la contraria”.
       Las extraordinarias entrevistas con Roberto Bolaño equivalen a la caja negra de los aviones. Las palabras antes del accidente. No se trata de un calculado testamento, sino de la voz que atraviesa las turbulencias con una última entereza.
       ¿Qué pensaría él al verlas reunidas? ¿Hasta donde hay que tomar al pie de la letra sus provocaciones, sus salidas de tono, sus bromas, sus afortunadas desmesuras?
       El detective salvaje sigue retando a sus lectores. Sus opiniones se debilitan al ser juzgadas como verdades absolutas y ganan fuerza al ser leídas como rarezas esquivas. Se trata de tomarlo en serio no al modo de un gurú, sino de un escritor que usó las palabras como lumbre y, al modo de Cocteau, supo que lo más rescatable del incendio es el fuego.

Juan Villoro

martes, 1 de enero de 2008

"Yo (no) escribí ´Taxi Driver´"

       Hace ya casi 10 años (cómo pasa el tiempo), durante el Festival de cine de Mar del Plata, le realicé esta (primera) entrevista a Juan José Saer. El cine, el estatuto del guión cinematográfico, la posibilidad de adaptar algunas de sus novelas, y , básicamente, la literatura, entre otros, fueron los temas por los que circuló la conversación. Los interesados pueden encontrarla completa acá.