"Los calendarios y almanaques de cada nuevo año nos garantizan que no perderemos ninguna ocasión de celebrar aniversarios. Editores y organizadores de exposiciones, productores de radios y televisión, por no mencionar a la industria turística, agradecen enormemente esta ayuda para la planificación de sus programas. Hace poco recibí una invitación del Instituto de Cultura Polaca de Londres para asistir a una exposición del centenario del primer cartel cinematográfico de Polonia. Los factores socioeconómicos que nos han llevado a estos excesos son evidentes. Pero existen también razones más profundas para explicar el constante aumento del número de aniversarios. En estos tiempos de cambios tan rápidos por el progreso tecnológico es muy fácil olvidarse del pasado. Los signos que acostumbraban a perpetuar esta peligrosa tendencia a la memorialización han demostrado escasa eficacia. Hoy paseamos o conducimos nuestros autos por numerosas plazas donde se alzan estatuas de hombres y mujeres ilustres sin leer o advertir siquiera sus inscripciones. Muchos de los lugares sagrados conmemorativos de hechos míticos o religiosos parecen haber tenido mejor suerte, y aún atraen a multitud de peregrinos. En términos seculares, se han convertido en visitas renombradas para turistas que gustan de oír que tal casa o, al menos tal lugar, está exactamente tal y como la dejó alguien célebre, como si allí el tiempo se hubiera detenido. Sólo un aniversario es capaz de transmitir a una comunidad de gente que comparte unas mismas ideas la certeza de que existen logros y sucesos que desafían a la mortalidad, como había esperado Horacio con tanta razón. Pues su obra pertenece a la civilización, a la cultura universal que hunde conscientemente sus raíces en el pasado. Como consecuencia, el aniversario, a diferencia de una celebración ritual, no niega en modo alguno el transcurso lineal del tiempo. Puede también apercibirnos de la distancia que nos separa del hecho celebrado, que no debe perderse en la memoria… Me gustaría cerrar este discurso con una expresión inglesa intraducible, que combina alegremente las concepciones del tiempo cíclica y lineal: Many happy returns of the day”.
Ernst Gombrich (1909-2001)