Por Marcelo Damiani
Pero tal vez más importante, y menos señalado, es el hecho de que con su
Historia universal de la infamia Borges ya estaba en plena etapa de construcción de la larga
serie de certeros prólogos (e inscripciones y epílogos) a sus propios
libros que lo ocuparía hasta el final. Sin olvidar, claro, los prólogos que armaría de todas las
obras ajenas que amó, con lo cual terminaría escribiendo más de 100 prólogos a lo largo de su vida...
Por último, no estaría de más marcar que esta fuerte pulsión borgeana por los prólogos (acaso fundadora de una nueva pasión argentina) no sólo le viene de su afán reflexivo y su amor por las formas breves, sino también de un anhelo secreto. Su maestro, Macedonio Fernández, había escrito la experimental Museo de la Novela de la Eterna, cuya primera parte consta de nada menos que 57 prólogos. Quizá Borges, de alguna manera, siempre se sintió obligado a tratar de superar a su maestro, incluso hasta en la pequeña batalla numérica de los prólogos.
Por último, no estaría de más marcar que esta fuerte pulsión borgeana por los prólogos (acaso fundadora de una nueva pasión argentina) no sólo le viene de su afán reflexivo y su amor por las formas breves, sino también de un anhelo secreto. Su maestro, Macedonio Fernández, había escrito la experimental Museo de la Novela de la Eterna, cuya primera parte consta de nada menos que 57 prólogos. Quizá Borges, de alguna manera, siempre se sintió obligado a tratar de superar a su maestro, incluso hasta en la pequeña batalla numérica de los prólogos.
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