Por Roberto Elvira Mathez
Un crítico de cine cubano sometido a extraños experimentos estéticos; dos de sus discípulos
viajan a la costa Oeste de Canadá a un retiro de artistas e intelectuales; Al
Rayn, un bandido en los márgenes de Laos, cae al vacío tras la búsqueda del
Dragón que asesinó a su padre; reseñas de Citizen Kane, Vertigo y Barton Fink;
el prólogo de un supuesto muerto vivo. Todos estos elementos circulan en la
novela La Distracción de Marcelo Damiani, a merced del lector
para ponerle orden. Un orden que, como dice Foucault, citando “El idioma
analítico de John Wilkins” de Borges, nunca es dado y siempre es una
construcción, construcción que nosotros buscaremos desarrollar distrayéndonos,
como corresponde según la novela, en la génesis literaria de Damiani.
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