Por Victor Stein
Principios
En teoría, al principio,
hay una mujer. Es, además, una mujer poderosa, invisible. Su poder, sin
embargo, no radica en el atributo (o la carencia, como prefieran) de la
invisibilidad, sino en un efecto de la misma: La gente no cree en lo que no ve.
Piensa, literalmente, que lo que no ve no existe. Así, Ella, extiende por el mundo sus redes
lozana, aprovechándose de la ceguera existencial de los seres humanos.
Podríamos decir que ella es trashumante. Pero tal vez lo más preciso sería
reconocer que es una especie de Diosa. Aunque no una Diosa dionisíaca ni de
formas voluptuosas o temerarias. No. Nada de eso. No me olvido, no obstante, que muchos la han
descrito como un ser abrasivo y tentacular. No hay que hacerles caso: Son simples metáforas.
Esos adjetivos no hacen más que escamotear su verdadero miedo. Ella vive con un
auténtico terror por la inevitable aparición de su enemigo: El Acontecimiento.
Siempre imprevisible, mutante, nunca similar a sí mismo, cada aparición del
Acontecimiento ha significado para Ella un profundo cimbronazo. Y teme que el próximo pueda ser fatal.
Nudo
Sostener que Ella es estructurada es tan redundante como que Él es violento. El lector siempre
estará tentado de pensar que entre ellos dos, sin importar que no sean humanos,
hay algún tipo de relación romántica o afectiva. En efecto: Incluso pueden llegar a imaginar que ella
es una suerte de ameba gigante o de rizoma (o una ameba rizomática) y
que él es como un cometa o meteoro con cola de fuego. Pero no es así. Más
acertado es no pensar tanto en sus formas sino en su relación. Ambos están
atrapados en una lucha transubstancial, más allá del bien y del mar. Es una partida de
ajedrez interminable cuyo tablero es el mundo y nosotros sus peores peones. Punto.
Conclusión
La lucha no terminará jamás.