Por Tomás Villegas
La vida literaria del profesor, periodista cultural y novelista Marcelo Damiani rebosa de salud. Paradiso, de hecho, acaba de publicar sus Signos vitales, una heterogénea serie de relatos que bordean las formas y los climas del policial, el fantástico, la fábula, la polémica autoficción. Como si se encargara de diseñar su propia historia clínico-literaria, Damiani configura el libro como una antología personal: se trata de cuentos publicados previamente, esparcidos en diferentes lugares ─desde la querible V de Vian hasta Espacio Murena─ y en tiempos dispares ─desde mitad de los noventa hasta el pandémico 2020─.
A pesar, entonces, de sus diversos contextos de publicación, los cuentos del libro configuran una vida ─una poética─ que sobrevive en tanto que una serie de puntos en común la unifican y la consolidan. Le dan cuerpo.
Por ejemplo, una recurrente problematización de la realidad, a veces imbricada a la ficción (“Cuento por encargo”, “Panfleto hermético”); a veces como aquello que se debe soportar, evadir, esquivar (“El sentido de la vida”, “Salvo el poder todo es ilusión”). O una escisión de la voz narradora, que se ve y se oye a sí misma como un otro (“Espejismos del fantasma”; “Fuera de lugar”); o un puñado de divertimentos filosóficos, metafísicos (“La caverna de Caín”, “¿Por qué hay algo y no más bien nada?“).
La historia clínica, antes que personal, se vuelve familiar con el último de los relatos: “Algunos apuntes sobre mi madre”, un texto que viene creciendo, robusteciéndose, desde, por lo menos, 2007. Allí, el autor rememora una escena de iniciación infantil: mientras teje, su madre le narra diversos capítulos de la historia familiar. Subyugado por el movimiento de las agujas, embelesado por su trajinar, el niño Damiani pierde el hilo del relato. En estos apuntes, elaborados desde el presente adulto, el chico ─aquel oyente desatento─ ha dejado paso al escritor, que hilvana ahora con su tejido escritural la narración de su madre, de su padre, de sus abuelas, de sí mismo. Transformando, así el recuerdo aislado y el relato oral en uno de los signos emblemáticos de su imagen de escritor. Porque son los signos que propician sentido los que infunden vida al cuerpo de una obra, de una poética, de un hombre de letras.
La reseña fue publicada originalmente acá.