Por Marcelo Damiani
Héctor, como todos los grandes escritores del siglo pasado, era un amante del cine. Fuimos a ver juntos la obra maestra de los hermanos Coen: “The Man Who Wasn´t There” (título que homenajeó en "El lugar que no está ahí"). Le tenía especial cariño a “La soledad del corredor de fondo” de Tony Richardson, tal vez porque se identificaba un poco con su personaje principal: Colin Smith. No tanto por su capacidad para correr largas distancias, sino más bien por saber cuándo detenerse.
Por último, una de sus películas favoritas era “2001. Odisea del espacio” de Stanley Kubrick, especialmente por la escena del monolito con los monos, porque era una metáfora brillante de la relación entre la literatura y los lectores. Alguna vez, incluso, habíamos jugado con la idea de hacer una verdadera instalación que emulara el monolito ya intervenido por los monos, puesto que ellos, sin duda inspirados y geniales, con sus cinceles rudimentarios de huesos, habrían de convertirlo rápidamente en una magnífica letra Hache (ahora sí: Mayúscula).
El prólogo completo a la edición italiana de "El árbol de Saussure" acá.