"La veneración a Terry Gilliam y el elogio a Doce monos de uno de los narradores-personajes nos recuerda a una circularidad de sucesos, de causas y consecuencias que entraron en un eterno retorno en el cual somos testigos de una de las vueltas. En cambio la circularidad en la novela de Damiani está sugerida, montada a la ilusión que genera la sensación de lo inevitable. Los personajes, que como piezas de ajedrez o muñecos de trapo se van despertando, tomando decisiones para revolcarse en el azar más que para armar un camino, logran desplegar densas reflexiones en acotadas intervenciones. Está muy bien lograda la expansión de la vitalidad de los personajes, gracias a que la prosa no se pierde en juegos de cajas chinas y que tampoco las descarta para sostener una saludable ficción."
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