Por Marcelo Damiani
El reportaje, como todo género literario, tiene sus reglas. Una de ellas sostiene que el entrevistador debe presentar al entrevistado con una cierta distancia que asegure la supuesta objetividad de la presentación. Lamento no poder cumplir con esta regla. Hace mucho tiempo que quería tener una charla con mi entrevistado y la razón es tan simple como evidente: En mi modesta opinión, él es el mejor escritor latinoamericano con el que jamás he conversado.
Guillermo Cabrera Infante, alias Caín, nació en Gibara, Cuba, en 1929. En 1964 ganó el Premio Biblioteca Breve con su novela Tres tristes tigres. Luego habría que esperar 15 años para disfrutar de uno de los mejores títulos que se han publicado en mucho tiempo: La Habana para un infante difunto. En 1985, acaso sintiendo que ya lo había hecho todo en castellano, escribió directamente en inglés Holy Smoke, logrando que su prosa fuera puesta a la altura de la de Conrad y Nabokov. Antes, mucho antes, exactamente en 1963, Cabrera reunió las críticas cinematográficas que había firmado con el seudónimo de Caín y las publicó en forma de libro, dándole vida a su alter ego y convirtiéndolo en un heterónimo. Así nació Un oficio del siglo XX, quizá una de las mejores y más raras novelas que se hayan escrito en castellano.
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