Por Jimena Néspolo
Que el ´caso cucurto´ sea, con todo, un síntoma más de la degradación planetaria del gusto operada en las últimas décadas del siglo XX, no nos inhabilita –por la potencia histórica de nuestra literatura y pensamiento– a tentar preguntas y respuestas singulares. Cabría, entonces, postular la hipótesis de que el “fenómeno” se asienta –más que sobre sus ventas (escasas)– sobre el cinismo del mainstream argentino que, acéfalo de todo criterio de valoración, celebra hasta el hartazgo la provocación convertida en fin, legitimando textos de ideología nefasta y estética no menos dudosa.
Pero puestos a discutir con las publicaciones en sí, más de un lector suele señalar a Cosa de negros (esmerada edición de Edgardo Russo) como garantía cucurtiana de “trabajo sobre el lenguaje”. Curiosamente nadie menciona la diferencia manifiesta entre ese volumen y las novelas que lo suceden, en las que el lucimiento del lenguaje desaparece al tiempo que Santiago Vega (el autor que se esconde tras el seudónimo) salta a las tapas de sus folletos y novelas encarnando performances diversas en la máxima apoteosis de cosificación kitsch del mercado: de dar la palabra al “negro” y así legitimarse, el “negro” ahora exhibe su negritud desde el mismo packaging como flagrante garantía de inmunidad ideológica. “Exotismo” craquelado que deviene fácilmente en “exitismo” (incluida la acepción del neologismo spanglish: exit-(salida)-ismo; o exit-istmo: el punto de salida del ámbito literario al Gran Mercado)... La ´alegría´ cucurtiana propone un ´otro´ vaciado de conflicto: para usar (sin profiláctico, gran tema de El curandero del amor) y descartar.
El ensayo completo se puede conseguir en su server amigo.