La narración, por otro lado, avanza a partir de una serie de duplicaciones, pausada pero constante, de situaciones que van apareciendo y reapareciendo en la trama con pequeñas variaciones, a veces casi imperceptibles. Hay una especie de andamiaje donde se despliega el devenir de los personajes y en el que poco a poco todo se complejiza, como si se tratara de una versión vanguardista de la novela policial. Acá me parece que se puede ver claramente otro de los rasgos originales del libro: Tomar ciertos personajes aparentemente genéricos y sacarlos de su ámbito natural, es decir, extrañarlos, desterritorializarlos. Evidentemente esto también tiene que ver con el lugar donde pasan todas las novelas de Damiani, esa isla personal y curiosa que podría estar en cualquier parte, aunque en realidad no está en ninguna, salvo en nuestra imaginación.
Aun así todavía podríamos pensar que El oficio de sobrevivir plantea una
versión vanguardista de género popular. Pero hay un tercer elemento que hace
que la novela termine de despegarse de esa posible lectura y que la convierte
en absolutamente única. Y es que estos personajes están a su vez cargados o
soportando una fuerte tensión filosófica. Es como si dentro de cada personaje, formando
parte de su personalidad, apareciera la carga de llevar a cuestas una filosofía,
que sería su castigo o su maldición. Así, nos encontramos con personajes aristotélicos,
existencialistas, pragmáticos o simplemente cínicos a lo Cioran. Otros están atravesados por alguna filosofía rara, como el ficcionalismo de Hans Vaihinger; o peor, condenados al eterno retorno nietzscheano. Esta característica los aparta definitivamente de cualquier estereotipo.
Entonces podemos acceder al rasgo fundamental del libro. El desacuerdo entre estas filosofías padecidas por los personajes y el mundo en el que transcurre la novela. Por lo general, en las narraciones que trabajan temas filosóficos hay una coincidencia entre la filosofía del personaje y la de la trama. Acá hay una diferenciación radical entre la filosofía que cargan o padecen los personajes y la realidad novelística que postula la trama. Las ideas que los personajes tienen sobre cómo es o debería ser el
mundo chocan contra esa realidad. El universo de la novela siempre va por otro
lado, y esto convierte a los personajes en víctimas o maniáticos. Nadie
consigue armonizar con el mundo que le ha tocado en suerte.
Me parece que este juego con la filosofía, opuesto a la novela de tesis, es lo que pone a El oficio de sobrevivir de Marcelo Damiani en otro lugar de la
literatura argentina. Una zona bastante alejada ya (por suerte, claro) de los
cuentos de Borges, siempre tendientes a ilustrar la idea filosófica (platónica
o shopenhaureana) que les dio origen. En este sentido creo que Damiani está mucho
más cerca de Roberto Arlt. Porque los personajes de Arlt también padecen de
ciertas ideas o ideales que nunca terminan coincidiendo con la realidad que les
toca vivir. Y es precisamente esto lo que los convierte en víctimas o maniáticos.
Yo recordaba algo que decía Freud. Un hombre tiene que cruzar un bosque en medio de la noche. Naturalmente tiene miedo. Entonces se le ocurre silbar o cantar una melodía para darse valor. Pero la canción no lo va a iluminar ni a marcarle el camino, tampoco va a servir para protegerlo. Simplemente va a ser una pequeña ayuda imaginaria. Así, dice Freud, es la relación de la filosofía con el ser humano. No puede explicar el miedo. Es una mera consolación. Creo que esta es la misma función de las ideas
filosóficas de los personajes que aparecen en la novela de Damiani. Me parece
que acá ahí el verdadero drama que plantea El oficio de sobrevivir.
Muchas gracias.
Palabras pronunciadas en la Fundación AEPA el sábado 24 de septiembre de 2005 en horas de la tarde.