lunes, 3 de junio de 2013

Salinger se escapa de nuevo

Por Marcelo Damiani

       Con ecos de Mark Twain y Scott Fitzgerald, con cuasi epígonos como Thomas Pynchon y Lorrie Moore, hoy en día son pocos los que no reconocen el valor de Salinger. Ese hombre que trató de exorcizar sus demonios a través de la escritura, y en el camino, literalmente, encantó a varias generaciones de lectores. Su secreto para hacerlo, al que muchos sin dudarlo llamarían genio, tal vez esté en su autenticidad, ya que nunca cedió a las presiones externas, y básicamente hizo lo que le dictaba su sensibilidad y su intuición. Quizá ahí resida el carácter entrañable de sus personajes.
       Incluso en su temprano retiro podría vislumbrarse un atisbo de esos genios a los que tanto le gustó retratar. El mundo, sin duda, es una contingencia molesta para ellos, y tranquilamente pueden vivir sin su estupidez infinita. Un verdadero genio, parece haber gritado en silencio durante sus últimos 50 años, todo lo que necesita es un poco soledad para vivir en paz. Esa misma paz que el autor encontraba, paradójicamente, en escribir para sí mismo y no publicar. Ahí están sus libros para los que aún tenemos ganas de escuchar su voz; una voz que parece la de un amigo de la infancia, un amigo de verdad. Tal vez hacernos escuchar esa voz fue su único propósito, y lo consiguió con creces. Un pequeño milagro por el que todos deberíamos estar agradecidos, ya que el resto, como bien intuía el espíritu afín de Hamlet, es puro silencio.

       La nota completa acá.