Por Alan Moon
He comprendido muchas cosas a partir de mi muerte. La
más importante, sin duda, es que la labor de firmar prólogos visionarios, como
simulo hacerlo por amistad de vez en cuando, no es un oficio para cualquiera, y
mucho menos para pusilánimes como mis contemporáneos. Se trata de una profesión
peligrosa, destinada a los pocos que ignoramos el sabor del miedo y podemos
jactarnos de ser el mejor impostor. Es decir: Yo. Solo "Yo".
El resto del prólogo acá.