Por Italo Calvino
Ahora diré cómo es Ottavia, ciudad-telaraña. Hay un precipicio entre dos montañas abruptas: La ciudad está en el vacío, atada a las dos crestas con cuerdas y cadenas y pasarelas. Uno camina por los travesaños de madera, cuidando de no poner el pie en los intersticios, o se aferra a las mallas de cáñamo. Abajo no hay nada en cientos y cientos de metros; pasa alguna nube, se entrevé más abajo el fondo del despeñadero.
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Suspendida en el abismo, la vida de los habitantes de Ottavia es menos incierta que en otras ciudades. Saben que la resistencia de la red tiene un límite.