jueves, 3 de abril de 2014

Para que las cosas mantengan su entereza


Por Mark Strand

En un campo,
yo soy la ausencia
de campo.
Este es
siempre el caso.
Donde quiera que esté
soy lo que falta.

A mi paso,
separo el aire
y siempre
el aire se mueve
para llenar los espacios
donde ha estado mi cuerpo.

Todos tenemos razones
para movernos.
Yo me muevo
para que las cosas mantengan su entereza.

La versíón original acá.

miércoles, 2 de abril de 2014

El cerebro lector

Por Stanislas Dehaene 

       En este preciso momento, su cerebro está realizando una proeza asombrosa: Está leyendo. Sus ojos analizan la página en pequeños movimientos espasmódicos. Cuatro o cinco veces por segundos, su mirada se detiene el tiempo suficiente para reconocer una o dos palabras. Por supuesto, usted no se percata de cómo esta información va ingresando entrecortadamente. Sólo los sonidos y los significados de las palabras llegan a su mente consciente. ¿Pero cómo es que unas pocas marcas de un papel blanco proyectadas en su retina pueden evocar un universo entero, como hace Vladimir Nabokov en las primeras líneas de Lolita?: "Lolita, light of my life, fire of my loins. My sin, my soul. Lo-lee-ta: The tip of the tongue taking a trip of three steps down the palate to tap, at three, on the teeth. Lo. Lee. Ta."

martes, 1 de abril de 2014

Una cuestión de punto de vista


Jean-Pierre Longre 

       Sobre la tapa, la palabra “novela”. En el interior, bajo el auspicio de un tal Alan Moon, jugador supremo y “deus ex machina” (esto es, en todo caso, lo que sugiere), seis historias que bien parecen ser cuentos autónomos. Están los jugadores de ajedrez bastante cerebrales en complejas relaciones (“Paraíso Perdido”); el extraño viaje que un profesor hace, a las órdenes de su hermana, a Nueva Zelanda (“Del inconveniente de haber nacido”); un escritor que, aparentemente amnésico, no recuerda haber escrito el libro que le hicieron firmar (“Vivir es un plagio”); una traductora que, atrapada entre su marido escritor y su amante editor, termina por hacer las valijas (“Más allá del bien y del mal”); un crítico comprometido pero impotente (“Critico porque soy crítico”); y una chica que vive de sus recuerdos y se hunde en la depresión (“Eterno Retorno”).
       ¿Cuentos autónomos? Tal vez, pero dependientes entre sí. A través de la lectura, hay fricción entre seres que se encontraron previamente, las historias se desenredan (un poco), se cruzan y se entrelazan (mucho), y las situaciones se aclaran sin resolverse forzosamente. La misteriosa isla donde todo sucede es un rompecabezas o un tablero de ajedrez cuyas piezas son personajes que, creyendo controlar su destino, son los juguetes de las ilusiones y los puntos de vista subjetivos, tributarios de diversos ángulos en los que la trama se presenta. 
       Todo esto conlleva a una reflexión sobre la escritura, la difusión y la lectura literaria (esto se debate a fondo), pero también a una meditación sobre el destino y la condición humana, sobre la vida y la muerte (las alusiones a filósofos o moralistas como Cioran salpican la narración). Sin embargo, en esta puesta en abismo de la existencia humana y la percepción de la misma, los misterios no se eliminan por completo, lo que no es ajeno al inquietante encanto de El oficio de sobrevivir.