En 1961, en Polonia, se
publicaba una de las novelas más famosas de la ciencia ficción: Solaris de Stanislaw Lem. En 1972 el
gran cineasta ruso Andrei Tarkovski hizo una adaptación de culto del libro que
terminó ganando el Gran Premio del Jurado en el festival de Cannes. Luego, en
2002, Steven Soderbergh haría su propia versión con George Clooney, bien rara
para ser un producto de Hollywood. Curiosamente, la escena final de esta última
quizá excede, por mucho, todo el background de sus creadores.
La trama de la historia ya es famosa. Se trata de los vanos intentos por
conocer el planeta del título que no casualmente orbita un sistema
binario de estrellas, y cuyo océano protoplasmático parece ser una forma
de vida inteligente distinta de la humana. Allí, en la nave que
pretende estudiar Solaris, el doctor Kelvin se vuelve a encontrar, una y
otra y otra vez, con esposa, Rheya, que se ha suicidado allá lejos y
hace tiempo. Azorado, perplejo, imposibilitado de decidir qué es lo que
realmente está pasando, él la interroga: "¿Estamos vivos o muertos?". Ella le da una de las respuestas más filosóficamente sublimes que ha podido imaginar el cine del siglo XXI: "Ya
no tenemos que pensar así".
Nathascha McElhone interpretando a Rheya |
Pero
¿cómo, cómo se puede pensar de otra forma? ¿Se estará refiriendo a los
mitos religiosos que prometen la vida después de la muerte, o estará
hablando de espectros y fantasmas? ¿Aludirá a los muertos en vida, a la
criogénesis, o a los muertos vivos de esos géneros tan de moda? ¿Se
tratará de alguna referencia hermética a la doble muerte lacaniana o
sólo será una manera de insinuar la supuesta trascendencia
energética de todo ser vivo? Imposible saberlo,
porque la película termina poco después, y como le hubiera gustado a Kant, nos
deja pensando, y mucho. Si algo hemos aprendido con Derrida es que siempre hay
que tratar de huir del binarismo arcaico al que nos han condenado miles de años
de cultura occidental. Pero ¿cómo escapar de esa especie de fundamento que es
la dicotomía entre la vida y la muerte? ¿Cómo pensar de otra forma? ¿Cómo
empezar a pensar de otra forma? ¿Hay alguna forma? ¿Hay alguna manera? ¿Será
posible?
Por ahora, por
desgracia, nadie parece tener una respuesta.