viernes, 1 de agosto de 2014

La lección del maestro

Por Marcelo Damiani 

       ¿Qué se espera de un prólogo? ¿Que se convierta rápidamente en un gesto de aprobación? ¿Que produzca inmediatamente el deseo de la lectura del texto que presenta? ¿O que siga el mandato de demorarse, displicente, distraído, tratando de conquistar los favores del lector, aunque no para el firmante, por supuesto, sino para el autor del libro, por medio de circunloquios y sortilegios verbales, sobre-escenificando su puesta en escena, como parece que estoy haciéndolo en este preciso instante? 

       El resto del prólogo acá.