domingo, 3 de diciembre de 2023

Epitafio encontrado en el cementerio...

 Por Augusto Monterroso


Escribió un drama: Dijeron que se creía Shakespeare;

Escribió una novela: Dijeron que se creía Proust;

Escribió un cuento: Dijeron que se creía Chejov;

Escribió una carta: Dijeron que se creía Lord Chesterfield;

Escribió un diario: Dijeron que se creía Pavese;

Escribió una despedida: Dijeron que se creía Cervantes;

Dejó de escribir: Dijeron que se creía Rimbaud;

Escribió un epitafio: Dijeron que se creía difunto.


FIN

martes, 3 de octubre de 2023

El germen Fellini

Por Martín Arias
& Marcelo Damiani

Hay una imagen que fascina a Fellini y que se repite, con variantes, en algunos de sus films más hermosos: Es la de una persona (o una figura humana) suspendida, mediante una cuerda o cable, de alturas formidables y peligrosas. Se trata, desde luego, del Cristo surcando los cielos de Roma en el asombroso comienzo de La Dolce Vita (1960), pero también de la sensacional aparición de Alberto Sordi en Lo sceicco bianco (1952), suspendido de un columpio que parece haber sido sujetado de las nubes, o la oscura cabeza de Venus emergiendo de un canal veneciano en Casanova (1976), y, por inversión, también podría agregarse a esta lista el hombre-cometa de (1963). Estas figuras colgantes son también imágenes introductorias; se encuentran, en efecto, poco más o menos al comienzo de cada película y constituyen su entrada, su inminencia. La inminencia es, en principio, el corte de la cuerda o del cable, ese punto en el cual la conexión habrá sido eliminada y la figura estará libre, pues resulta evidente que estos extraños seres flotantes, investidos e inflados por los atributos de lo espectacular —la gran espectacularidad del catolicismo romano, la módica espectacularidad de las fotonovelas románticas, la equívoca del carnaval y, naturalmente, la del cine mismo— desbordarán siempre aquello que los condiciona: Siempre será difícil retener a esa mujer que se nos escapa por las calles de Roma. Y cuando la cuerda se rompa, ¿qué sucederá? ¿En qué dirección, o de acuerdo a qué fuerza gravitacional, eólica o hidráulica veremos escaparse la figura? ¿Será entonces el momento de la caída, ese momento tan temido en que lo cotidiano y lo real le ganan la batalla a lo espectacular?

       El resto del texto acá.

miércoles, 3 de mayo de 2023

Keeping things whole

                                                  by Mark Strand

In a field
I am the absence
of field.
This is
always the case.
Wherever I am
I am what is missing.

When I walk
I part the air
and always
the air moves in
to fill the spaces
where my body's been.

We all have reasons
for moving.
I move 
to keep things whole. 

Una versión al castellano acá. 

lunes, 3 de abril de 2023

Ficción teórica

Por Victor Stein
           
       Principios

       En teoría, al principio, hay una mujer. Es, además, una mujer poderosa, invisible. Su poder, sin embargo, no radica en el atributo (o la carencia, como prefieran) de la invisibilidad, sino en un efecto de la misma: La gente no cree en lo que no ve. Piensa, literalmente, que lo que no ve no existe. Así, Ella, extiende por el mundo sus redes lozana, aprovechándose de la ceguera existencial de los seres humanos. Podríamos decir que ella es trashumante. Pero tal vez lo más preciso sería reconocer que es una especie de Diosa. Aunque no una Diosa dionisíaca ni de formas voluptuosas o temerarias. No. Nada de eso. No me olvido, no obstante, que muchos la han descrito como un ser abrasivo y tentacular. No hay que hacerles caso: Son simples metáforas. Esos adjetivos no hacen más que escamotear su verdadero miedo. Ella vive con un auténtico terror por la inevitable aparición de su enemigo: El Acontecimiento. Siempre imprevisible, mutante, nunca similar a sí mismo, cada aparición del Acontecimiento ha significado para Ella un profundo cimbronazo. Y teme que el próximo pueda ser fatal. 
 
           Nudo

       Sostener que Ella es estructurada es tan redundante como que Él es violento. El lector siempre estará tentado de pensar que entre ellos dos, sin importar que no sean humanos, hay algún tipo de relación romántica o afectiva. En efecto: Incluso pueden llegar a imaginar que ella es una suerte de ameba gigante o de rizoma (o una ameba rizomática) y que él es como un cometa o meteoro con cola de fuego. Pero no es así. Más acertado es no pensar tanto en sus formas sino en su relación. Ambos están atrapados en una lucha transubstancial, más allá del bien y del mar. Es una partida de ajedrez interminable cuyo tablero es el mundo y nosotros sus peores peones. Punto.

            Conclusión

       La lucha no terminará jamás.

viernes, 3 de marzo de 2023

La metamorfosis

Por Pascal Bonitzer 

       La fotografía puede concebirse sin la posibilidad del primer plano. El cine, no: "El primer plano es el alma del cine", decía Epstein. 
       ¿Por qué? Sin duda, por distintos motivos. El primer plano parece situado, en lo referente a la historia y al devenir del cine, en una encrucijada. Representa el punto crucial de una suma de efectos cruzados que hacen del cine un medio, un arte y un "lenguaje". Si es cierto que el cine es un media "caliente", que implica una intensa participaci6n afectiva por parte del público y genera reacciones emocionales fuertes, en la escala técnica del tamaño de los pianos, de las modulaciones intensivas de la imagen, el primer piano esta ubicado en el punto de intensidad máxima, de calor máximo: "Ahora la Tragedia es anatómica" (Epstein, nuevamente). El régimen afectivo de la imagen, definido por el primer plano, prescribe, entonces, ciertas formas esenciales del cine como arte, e incluso como programa de "géneros": Suspenso, terror, erotismo. La Tragedia se vuelve anatómica, es decir, su espacio se restringe y se reduce al cuerpo, a los movimientos ínfimos en la superficie del cuerpo (el mundo se estrecha), al tiempo que esos movimiento ínfimos se convierten en acontecimientos absolutos. A través del primer piano, el cine realiza un cambio de escala en el mapa de los acontecimientos: Una sonrisa puede ser tan importante coma una masacre, una cucaracha en primer plano parece cien veces más temible que cientos de elefantes vistos en piano general". Lo grande y lo pequeño intercambian sus dimensiones, y el cine inventa físicamente "la tragedia a escala de cucaracha": La Metamorfosis es contemporánea del primer piano; la pesadilla de Gregorio Samsa es una pesadilla de cine. 
       Este cambio en el régimen de los acontecimientos, este cambio de escala que también implica un cambio de sentido y una revolución retórica (privilegio inédito de la sinécdoque, alineamiento de las figuras en los vasos comunicantes de la metáfora y de la metonimia), es precisamente aquello a través de lo cual el cine participa de la modernidad: de ahí, sin duda, la importancia que las diversas vanguardias concedieron, en los años veinte, al primer plano. En efecto, el primer piano desempeña, en el espacio del cine, un rol terrorista y un rol revolucionario. Es revolucionario en la medida en que, al derribar la jerarquía de las proporciones, de los acontecimientos, de las cuerpos, al convertir lo grande en pequeño y lo pequeño en grande, instaura por y con el montaje un nuevo orden de apariencias y de imágenes, un orden indiferente a la realidad "tal cual es". Como sabemos, ese es uno de los leitmotiv de Eisenstein, leitmotiv que se le recriminara en nombre del sentido común, de la eficacia, de la dramaturgia clásica o, mas tarde, en nombre del neorrealismo, de la democracia, de Rossellini y de Bazin. En este sentido, el primer piano es un caso particular de la ampliación y de la fragmentación de los signos buscados por la manipulación formalista, futurista o dada, cuyo espíritu se articula con la inestabilidad de la época revolucionaria. Par otro lado, el primer piano es terrorista porque violenta el espacio indiferenciado, la homogeneidad de los cuerpos, y no deja elección alguna al ojo de los espectadores: cabezas enormes, cabezas cortadas, membra disjecta, así fue como los ojos de] sorprendido público percibieron el primer piano cinematográfico en su primera aparición. El ojo de los espectadores, educado en la contemplación de los cuadros, de los paisajes, de los panoramas, de la escena homogénea del teatro o del music-hall, no estaba preparado para enfrentarse a una visión distinta de la media o "de conjunto". No puede sorprendernos, entonces, que las vanguardias, que pretendían forzar los límites de la visión media, del pensamiento medio, del "mínimo de realidad", hayan visto en el primer piano el instrumento por excelencia de transgresión de esos límites. Los sangrientos atractivos de La huelga y el ojo cortado de Un perro andaluz dan cuenta, mediante distintas ideologías, de una misma concepción terrorista del primer plano, de una misma voluntad de impresionar al público (o incluso de sacarlo de sus casillas) a través de imágenes de sangre y de muerte. 
       Así pues, el primer plano participa básicamente de un régimen físico, afectivo e intenso de la imagen, de una micro-física de los acontecimientos que ya no da cuenta de la escena, del cuadro, del teatro, sino de un espacio abierto, infinito, fragmentario, al fin liberado de las medidas normativas de la perspectiva, de la profundidad de campo y del punto de fuga: "Cambio absoluto de las dimensiones de los cuerpos y de los objetos en la pantalla"; pero también, comunicación absoluta de los cuerpos y de los objetos por asociaci6n mental, por combinación metafórico-metonímica: El ojo cortado puede ser asociado poéticamente con una luna llena atravesada por una delgada nube. Las cabezas de bueyes que agonizan bajo la masa se componen con los huelguistas ametrallados por la milicia. Poco importa que, en un caso, el montaje se justifique por el automatismo del inconsciente y, en otro, por el didactismo militante; es decir que, en un caso, la asociación sea "involuntaria" y, en otro, "consciente". Lo importante es que la violencia del primer plano, lejos de constituir un último termino, una "última palabra" en la cadena de imágenes, parece exigir par el contrario su proliferaci6n, su combinaci6n, para producir sentido: el montaje a secas y el montaje "intelectual". El primer plano induce directamente un régimen pictográfico de la imagen cinematográfica; es la imagen-signo por excelencia, incluso la imagen-letra. Desde Eisenstein hasta Godard, toda una corriente intelectual del cine se organiza, perturbadora y agresivamente, en función de un uso sistemático del gros trait y del primer plano. El film-panfleto y el film militante de los años setenta rescatan este uso del golpe de puño, el primer piano preconizado por Eisenstein (el cual oponía al cine-ojo de Vertov su "cine-puño), aun cuando a menudo invoquen a Vertov, por estar menos comprometido con el poder stalinista. En tanto reducción de la imagen en funci6n de la superficie, el primer piano se combina por afinidad efectiva con los eslóganes escritos, con los carteles tan apreciados par Godard: “Esto no es una imagen justa, es justo una imagen". La imagen ya no es el reflejo o la metonimia de la realidad (una parte del campo, el encuadre que vale por el todo); la imagen se convierte en un signo puro sin profundidad, sin transmundo; vale únicamente por su combinación con otras imágenes, con otros signos. A este ascetismo responderán, en los años ochenta, las orgías de la publicidad y del video clip. El primer plano recupera en ellos su función afectiva intensa, su seductora agresividad. Pero es fácil ver que, para pasar de] panfleto a la publicidad, basta una simple capa de laca, barniz o brillo de más o de menos. El comentario sigue. 
       Sucede que el primer piano esta en el centro de una ambigüedad constitutiva: En él, la imagen se presenta en su máximo grado de ambivalencia, de atracción y repulsión, de seducción y horror. El rostro mas fotogénico es una frágil pantalla que disimula un horror fundamental. Hay algo de mascara mortuoria en Garbo, Marlene o Katharine Hepburn. Siempre es necesario un ínfimo grosor de más o de menos, una mínima pantalla de tul o de gasa: El primer plano designa ese punto límite, ese precario equilibrio, entre el punto de alejamiento mínimo a partir de cual el objeto, digamos el rostro, surge en todo el esplendor de su fotogenia, en su gloria, y el punto apenas más próximo en el que aparecen los poros, los pelos, los granos –el punto en que la seducción se convierte en repulsión, en horror, y en que la belleza homogénea de la Gestalt se descompone en elementos heterogéneos—. 
       Cassavetes, en Faces y en todo su cine, es el gran artista "abstracto-lírico", coma diría Deleuze, de esta seducción y de este horror del rostro bajo el régimen del primer plano: En ese nivel tan intensamente físico de la imagen, los acontecimientos se fragmentan al punto de ya no producir sentido, y las sensaciones se imponen a los sentimientos. Un cine "abstracto" es posible entonces, un cine que alcanza el punto de máxima modernidad artística y, a la vez, toca de cerca la naturaleza estallada, catastrófica y fundamentalmente irrepresentable de la trama de los acontecimientos en el mundo contemporáneo. 
       El límite, la tentación y el grano de lo real -o de locura- del primer plano es la absoluta desaparición de toda representación.

Extraído de “Desencuadres. Cine y pintura” de Pascal Bonitzer. Santiago Arcos Editor, Bs. As., 2007. Págs. 89-93. Traducción: Alejandrina Falcón.

viernes, 3 de febrero de 2023

Terror de te amar

Sophia de Mello Breyner Andresen

Terror de te amar num sítio tão frágil como o mundo

Mal de te amar neste lugar de imperfeição
Onde tudo nos quebra e emudece
Onde tudo nos mente e nos separa.

Que nenhuma estrela queime o teu perfil
Que nenhum deus se lembre do teu nome
Que nem o vento passe onde tu passas.

Para ti eu criarei um dia puro
Livre como o vento e repetido
Como o florir das ondas ordenadas.

martes, 3 de enero de 2023

Cuento por encargo


Por Marcelo Damiani 

      El barco pirata estacionó frente a mi casa. Los marineros engancharon el ancla en el árbol del vecino y se apostaron a lo largo de la calle mirando hacia adelante con cara de desalmados. Al rato bajó el capitán y golpeó a mi puerta; le abrí, él entró sin ningún tipo de preámbulos y se acomodó en el bar destrozado que me quedó de un fallido cuento de vaqueros. "Usted es escritor, ¿no?", me interpeló en un idioma desconocido; por suerte los dos manejábamos el mismo código literario. "No; soy guionista", respondí. "Es lo mismo", dijo, "necesitamos alguien con mucha imaginación". "Los críticos dicen que yo no tengo ni una pizca", señalé. "Bien", murmuró pensativo, "ése es un buen signo". Hizo una pausa; tomó un vaso de whisky que había por ahí, y me miró. "Mi tripulación y yo tenemos un problema. No encontramos una buena aventura desde hace años. Nadie nos quiere dar lugar en sus historias; dicen que ya no servimos para nada porque estamos pasados de moda... Así que decidimos tener nuestro propio escritor". Lo único que faltaba, pensé: Piratas con problemas existenciales. "Mire", le dije, "los relatos de aventura no son mi especialidad." "Eso no nos importa", masculló, "pónganos en el género que quiera." Se puso de pie bruscamente, se dirigió a la puerta y agregó: "Le damos una semana. Y no intente traicionarnos. Los dos escritores que lo intentaron ya no pueden escribir más". Y se fue.
       Entonces, por las dudas, empecé a escribir este cuento.

       La versión en croata acá.

       La versión en francés acá.

       La versión en italiano acá.